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domingo, 24 de enero de 2010

El halcón.


Cuentan la historia, de un rey que amaba profundamente a los animales y le gustaba verlos de cerca para disfrutar de su belleza, respetaba su libertad y gozaba dejándolos en libertad en sus inmensos jardines. A menudo compraba los animales que los cazadores solían traer al pueblo, los curaba y los alimentaba.


Cierto día, le llevaron un hermoso halcón de enormes alas, era un animal realmente imponente, sus fuertes garras se asían con firmeza al tronco de madera en el que era transportado, cuando desplegaba sus alas ofrecía un espectáculo simplemente sobrecogedor, su cabeza rematada por un pico brillante y poderoso, amenazador y sus ojos dejaban ver una agudeza sorprendente.
El rey se sintió realmente admirado de tal portento de animal y lo compró a un precio exorbitante e inmediatamente ordenó que sea llevado al mejor lugar de su jardín. Todos los días lo contemplaba desde las ventanas de su palacio y a menudo bajaba para verlo de cerca. Sin embargo, observó a los pocos días que el animal a pesar de desplegar sus enormes alas impresionando a quienes estuvieran cerca, no levantaba vuelo, volvía a encoger sus extremidades y retornaba a su cotidiana quietud.
Hizo todos los esfuerzos posibles para que el halcón volara, ofreció a sus súbditos una cuantiosa fortuna como premio para el que fuera capaz de hacer volar al ave.
Como no podía ser de otra forma, se presentaron muchos postulantes a ganar el premio, todos fracasaron. No importaba lo que intentaran, el ave no volaba y el rey se sentía triste por ello.
Pasaron los días y el ave continuaba sin volar.
Finalmente, un campesino se presentó ante el rey y le prometió conseguir que el halcón levantara vuelo; el rey sin mucha esperanza ordenó que le permitieran intentarlo y así el campesino fue llevado al jardín donde reposaba el hermoso animal.
Cuál no sería la sorpresa del rey cuando a los pocos minutos sus guardias le pidieron, asombrados, que mirara por la ventana. Así pudo ver un espectáculo maravilloso, el halcón volaba con destreza cada vez mayor, se remontaba muy alto, hasta casi perderse de vista y volver a ras del suelo para volverse a elevar raudamente dando giros, rizos, vueltas y trazando toda clase de figuras en el aire, se alejaba y volvía como si fuese el dueño de los aires, lo vieron cazar un pequeño roedor y llevárselo lejos.
Llamó el rey al campesino y le preguntó cómo había conseguido aquel milagro. Con simpleza el hombre respondió:
- Mi señor, simplemente corté el tronco sobre el cual el halcón reposaba, así, al no encontrar apoyo y seguridad recordó su naturaleza y remontó el vuelo.
Lo que había sucedido era que el ave se sentía segura aferrada al tronco, allí le era llevado su alimento, el agua que necesitaba y allí era admirada su belleza, no tenía ninguna necesidad de desprenderse del palo y por lo tanto, no se desprendía de él. Cuando el palo faltó, el halcón no encontró más comodidad y tuvo que volar, eso le recordó que podía volar, que podía disfrutar de los cielos, mirar la tierra desde muy arriba, sentirse libre.
Desconozco el autor.