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sábado, 13 de junio de 2015

jueves, 4 de junio de 2015

Bajar a los infiernos

Cuando tener comida en la nevera pasa a ser un lujo en algunos hogares, cuando el sueldo según llega se va y los abismos en carencias familiares  no solo no se diluyen sino que "in crescendo".  Me ha gustado la opinión de ALBERTO CASTILLO.

BAJAR A LOS INFIERNOS


He tenido que volver a bajar a los infiernos, como hiciera el Dante en su Divina Comedia, para solucionar un pequeño problema burocrático que afortunadamente ya quedó resuelto pero que me ha servido, una vez más, para mirar a la cara y sin máscaras a la realidad social de una España que, a lo que parece, está olvidada por muchos. Ese viaje a los infiernos, como eufemísticamente me permito llamar a las oficinas de empleo, enseña muchas cosas a quien quiera verlas, por supuesto, pues es donde ves sin maquillaje la realidad social de una parte importantísima de la población que, día tras día, busca consuelo, sustento, soluciones o lo que sea en aquellas oficinas que son, bajo mi punto de vista, el infierno por el que algunos tenemos que pasar para poder seguir caminando. Ojalá que la vida nos tenga reservado billete para el viaje al Purgatorio y después a la Gloria como el escritor italiano describe en esa obra cumbre de la literatura universal que es ‘La Divina Comedia’. No quisiera pensar, ni por un momento, que los que hoy estamos en ese círculo infernal no tengamos, nunca, posibilidad de salida.

Antes de seguir adelante quiero manifestar mi reconocimiento a todos los trabajadores de esos centros que, aparte de solucionar problemas, se convierten todos los días en psicólogos, consultores, abogados, confesores, paño de lágrimas e incluso algunas veces, las menos afortunadamente, son la diana donde se clavan los dardos inmisericordes de la rabia de quien nada tiene y ha perdido la esperanza. Eso también tenemos que valorarlo y tenerlo en cuenta. Alguna vez que otra, estos trabajadores, son insultados, vejados o incluso objeto de tentativas de agresión porque ya, quien nada tiene, acude a la desesperada en busca de solución a sus miserias. Ellos, por desgracia, no pueden hacer más de lo que hacen desde luego.

Ahora cuando estamos inmersos en la llamada “política de los pactos” y no hemos olvidado los resultados electorales del pasado domingo veinticuatro de mayo es cuando, realmente, visitando una oficina de estas te das de bruces con la realidad y piensas que los políticos, todos, están a “sus cosas” sin preocuparse de lo que allí sucede día a día. Más les hubiera valido una pequeña cura de humildad y haber pasado algún día por uno de estos centros. Seguro que esa fotografía, real, de España no la conocen. Mucha estadística, muchas buenas palabras, muchas promesas pero no han mirado a la cara este cáncer social que merma a nuestra sociedad hasta límites insospechados. Desde los despachos, les puedo asegurar, que no se puede ver este mar de desgracias.

Con solo prestar atención a lo que, esas personas, comentan te das cuenta que las dos grandes formaciones políticas de este país, populares y socialistas, se han perdido en una maraña de cortinajes que les ha impedido llegar hasta el verdadero fondo de la cuestión. No es lo mismo “dictar” programas electorales y promesas de futuro desde una sede  que hacerlo mirando a los ojos a quien no tiene para comer ningún día del mes o a quien se le han acabado las ayudas y tiene que sentar a la mesa a dos hijas, un yerno y cuatro nietos. La cara de impotencia y rabia de esta mujer, a la que me estoy refiriendo con tan triste panorama, no creo que la olvide con facilidad. Y encima, como ella misma reconocía, gracias a ‘su cura’ que es quien todas las semanas le da “una bolsica de cosas para comer mis nietos”.

Cuando ves todo esto, cuando escuchas y les prestas atención te das cuenta que el resultado de las urnas en los recientes comicios es la sentencia que el pueblo, siempre soberano, ha dictado. Que fruto de esa desesperanza, hambre y falta de toda salida honrada ha aupado a más de un grupo “mesiánico” que ha hecho campaña precisamente esgrimiendo estas miserias y hablándoles directamente a ellos. Seguro que no cumplirán ni la mitad de las cosas prometidas. Seguro. Pero el mensaje si les ha llegado “alto y claro” para que todos le escucharan. Claro les escuchas hablar y ponen “al coletas” como le llaman muchos a la derecha de Dios Padre y Creador. Vamos que el señor Iglesias, esperanza y mesías de los pobres, les va a sacar de toda miseria. En fin.

Había quien culpaba, a partes iguales, a socialistas y populares. Me hizo gracia, triste gracia por supuesto, lo que decía un hombre entrado ya en el medio siglo que ha perdido todo tipo de ayuda y sin formación ni estudios no ve salida a su vida. Les comentaba a otros que aguardaban, en cola, para ser atendidos “A mí me mató zetapé y me enterró el Mariano. El uno actuó de mataor y el otro ha sío el enterraor”…..

Dejen por tanto los cantos de sirenas y los triunfalismos. No es momento de echarse a la cara quien ha quedado mejor y quien tiene más opciones para  gobernar. Tengo que volver a recordar las palabras del señor Iglesias, don Pablo, cuando le dijo, días pasados al señor Sánchez, don Pedro, que los socialistas han obtenido los peores resultados desde 1979. Las cifras están ahí sobre la mesa. Precisamente de esos votos del pueblo llano y sencillo se han quedado muchos en el camino o han ido a parar a quien les “prometía” una vida mejor. Ya sé que eran utopías, lo sé, pero es lo que ellos querían escuchar y ese mensaje ha calado. No desconchen el cava, ni unos ni otros, que la cosa no está para brindis.  Bajen a la arena de la calle. Pisen y hablen con los desheredados de la tierra y la sociedad. Escuchen sus problemas y busquen, de verdad, soluciones para esa pobre abuela que con hijas, yerno y nietos apenas tiene dos latas de sardinas en aceite y unos garbanzos porque “su cura” les da una bolsica de cosas los sábados que, sin eso, a lo peor no tendría nada.

El infierno, lo dijo el Papa Juan Pablo II, está aquí en la tierra. No hace falta morirse para viajar hasta él. Lo que ocurre, y yo lo entiendo, es que la miseria y la cruda realidad no le gusta a nadie y menos si tienes que mirar cara a cara a la pobreza más absoluta. Solo cuando escuchas estos dramas humanos que, miles de personas, viven todos los días te das cuenta realmente de la verdadera fotografía social de una España que a nadie le gusta.

Ojalá, como decía al principio, aparezca una Beatriz que les coja de las manos y les saque de este oscuro anillo del Infierno, donde están ahora mismo, y como al Dante les lleve hacia la Gloria que sin duda merecen después de tanto sufrimiento.


ALBERTO CASTILLO