Cuando
el hombre viene al mundo, tiene las manos siempre cerradas, como si estuviera
intentando decir: el mundo entero es mío, y conseguiré agarrarlo.
Cuando
el hombre se va del mundo, tiene las manos siempre abiertas, como si estuviera
intentando decir: no tengo nada en mi poder, lo único que puedo llevarme son
mis recuerdos, lo único que puedo dejar son mis ejemplos.
Midrach Rabba sobre el
Eclesiastés
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