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domingo, 12 de junio de 2011

La Vestal

El cuerpo de la Vestal, sepultado e incorrupto, comenzó a sentirse así mismo vivo en aquel caluroso amanecer de verano. Se hallaba muy profundo, bajo alto y negro pinar, por algún recoveco de la Colina del Aventino, en la ciudad de Roma. Luego, casi inmediatamente después de notar la vida, ocurrió aquella sorprendente conversión en crisálida de mariposa envuelta en su capillo. Empequeñeció entonces su cuerpo por momento, hasta hacerse casi del tamaño de una de las piedrecillas de las que a ella misma sepultaban. Por último, la tierra comenzó a apartarse, dejando al descubierto aquel nuevo y minúsculo ser vivo.
Apenas la luz del sol incidió sobre la blanca envoltura, rompió a abrirse el seco entramado de blanco hilo. La Vestal, sorprendida, comenzó sacando la cabeza. Enseguida supo que se había convertido en mariposa, aunque no lo comprendía. Recordaba y pensaba como cuando era una muchacha, en el templo de Roma;  pero intuía que, de aquello, debía de haber pasado mucho, mucho tiempo.
Y recordó entonces el amor aquel…El chico que traía leña a la “Casa de las Vestales”. Y volvió a sentir el fuego en el vientre, y a notar la mirada del varón. Y luego, vino la entrega apasionada, la locura de yacer con él, y el dolor gozoso de perder la virginidad.
Pero, a la vez volaba y volaba. Era una mariposa blanca, muy blanca, grácil y esbelta. Reconocía en sus ruinas a los templos y a los Arcos de Triunfo, muy viejos y gastados, aunque no recordaba a las gentes, ni a su extraña vestimenta.
Y no sólo era aquel dolor; más mucho más era también la dulzura de las palabras, susurradas a su oído mientras apuraban las caricias, al abrigo de aquella roca, nocturnamente, sobre los helechos y bajo los mirtos.

Sin pensarlo, se vio de pronto volando sobre aquel mismo abrigo rocoso de la colina donde había conocido el amor. El mismo escondido rincón donde esbirros justicieros enviados por el Sumo Sacerdote la habían enterrado viva por su pecado.
Acaso, pensaba, él también habríase convertido en mariposa y podrían ir a volar juntos por la Urbe, volviendo a ser felices. Quizá ése fuera el piadoso designio de algún alto dios,  que de seguro, conocería la profunda pureza de aquel acto de amor, por el que sufriera la pena de  ser enterrada viva.
En esto oyó una voz como de ronco susurro femenino, que de la tierra salía:
-No esperes inútilmente, oh Vestal. Tu amado yace en el Hades, con Plutón, de donde no saldrá nunca. Su pecado, al mancillarte y profanar el sagrado velo de Vesta, ha de ser purgado eternamente. Fue lapidado hasta morir y condenado para siempre.
-Pero él me quería….

Rea, la diosa de la Tierra, por toda respuesta dijo:
No, alza el vuelo y vete. Olvida este lugar. Goza tu día de vuelo y sé libre. Las mariposas viven poco…Agradece a los altos designios que te la han deparado, tu nueva vida.
La Vestal al comprender lo inútil de su anhelo, dejó caer una lágrima desde uno de sus mínimos y tiernos ojos de mariposa.
Al punto, la tierra, tras absorber la preciosa gota, la distribuyó por todas las colinas. Y entonces, de inmediato, todas las rosas de Roma florecieron, todos los pinos se alzaron un un punto aún más altos, y todos los jazmines exhalaron a la vez su aroma impar.

Extracto de un bellíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo cuento de D. Santiago Delgado “La Vestal” de Unos Cuantos Cuentos. Nausícaä Ediciones.

2 comentarios:

  1. ¡Qué preciosidad...! Me alegro mucho de conocer este bello cuento, paisana. Voy a ver si me hago con ese librito.
    Se te nota contenta...Un beso, Carmen Sabater.

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  2. uNA maravilla.... Buen finde"

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